Comenzamos nuestro paseo dejando a la derecha el Parque Municipal, situado a la entrada de la población. Por una empinada cuesta, llegamos a la que va al pantano; antes, tomamos el primer camino de tierra que aparece a la izquierda y nos conduce hasta el Manantial de la Esperanza. Este agradable recorrido está, a ambos lados, adornado por cultivos típicos de la comarca: productos de huerta y campos de olivos. A la altura del campo de fútbol cruzamos un pequeño puente sobre el Barranco del Brazal, que sirve de desagüe del propio manantial y de las grandes avenidas en época de lluviosa. A partir de aquí, el paisaje muda un poco de aspecto, de suaves llanos pasamos a una pequeña montaña en cuya cima se eleva la Ermita de la Esperanza. Desde allí se puede observar una estupenda vista de Navajas y de la vecina población de Segorbe. Es muy agradable el fascinante panorama que desde el mismo se capta: Navajas, el cañón que forma el Palancia y las agrestes serranías de Espadán y la Cueva Santa. El manantial se encuentra cercado por una valla que lo protege de la entrada masiva de visitantes. El manantial se halla tan solo a 1 km. del pueblo, junto a la antigua calzada romana, hoy día la desaparecida carretera de Sagunto- Burgos.

El ambiente que rodea a la ermita es de una calma especial, sólo acompañada por el aroma propio de las montañas y por el incesante burbujeo de las aguas del manantial, cuyo caudal proyecta su influencia decisiva en la vida de los pueblos de Segorbe, Altura y Navajas.

Esta caudalosa fuente convertía en zona pantanosa la actual huerta de Navajas, desaguando en el Palancia por el desfiladero que se extiende desde el “Despeñadero” hasta el termino municipal de Segorbe. El cortado tiene una altura de 50 a 60 metros y constituye un paraje de singular belleza, digno de ser admirado, tanto desde su parte superior como paseando desde lecho del río. La estructura tobácea de los materiales que lo componen ha sido moldeada por el capricho del agua, dando lugar a cuevas, covachas, abrigos y formas que la imaginación asimila con seres auténticos.

El acontecer histórico-documental del manantial se inicia con ocasión de la reconquista, en 1251, cuando Jaime I de Aragón ordena la división de las aguas. Desde entonces ha habido distintas variaciones de este primer reparto, cuyo resultado es que Navajas es beneficiaria de las aguas de la Esperanza por dos rollos o tomas: la de su propio nombre y la del Brazal.

Si accedemos a la pequeña colina, por una larga escalinata, llegaremos a lo alto de la montaña y veremos las ruinas de lo que fue el Monasterio de la Orden de los Jerónimos, erigido en 1495. Estos religiosos tomaron posesión de la Ermita de la Esperanza, construida cuatro años antes. El fundador de este Monasterio fue don Enrique Fortuna, primo hermano de Fernando el Católico. Dicho emplazamiento se eligió, conjuntamente, entre los monjes y el infante. Durante 340 años, el monasterio constituyó un refugio de paz y un centro espiritual, hasta que las leyes la desamortización lo cerraron.

La ermita que podemos ver al lado de sus ruinas fue restaurada durante 1859-60, año en el que se realizó su bendición. Antes de pasar cuarenta años estaba de nuevo ruinosa, volviéndose a restaurar y dándole su anterior estilo, de bizantino sencillo y elegante. Actualmente, la ermita es usada por Segorbe, Altura y Navajas durante las romerias celebradas para bendecir el agua del Manantial de la Esperanza, que brota a los pies del cerro.

Descendiendo la colina, por su lado norte, llegamos a una explanada, donde todos los navajeros se reúnen después de bajar de la ermita, siguiendo la tradicional romería de San Vicente, fiesta que es celebrada el Lunes siguiente al de Pascua.

Seguimos nuestro camino, tomando la carretera que entra en Navajas, y lo hacemos por un camino que atraviesa la llamada huerta de “Los Frailes“ situada en la Partida del Brazal. Siguiendo el paseo, por la carretera, vemos, a la derecha, la montaña de Rascaña (512 m.) y a la izquierda, el Altomira. Cuando entramos en el pueblo se empiezan a ver los primeros chalets, rodeados de cuidados jardines, y al frente, el Parque Municipal, adornado con frondosos árboles, junto a él están los frontones y las piscinas municipales, lugar que sirve de esparcimiento para todos. Terminamos el paseo llegando al punto de partida siguiendo la C/ Valencia en el centro de la población.

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